En Edimburgo, Terroba encontró la atmósfera idónea para crear personajes oscuros, vulnerables, con mentes enfermizas.
Ahora pasa tiempo en Ávila, lugar, dice el autor, que le aporta “magia necesaria para inspirarse” y crear nuevas novelas.
“Divido mi tiempo entre Escocia y España, ya no sabría vivir sin la una ni la otra”.
Lo sombrío de sus historias narrativas le ayudan a canalizar la depresión que padece.
“Más que canalizar diría que a verme desde fuera, es como mirarme en un espejo que no refleja mi imagen”.
No le gusta que le pregunten sobre su pasado mediático.
“La fama engancha, se convierte en adictiva. Te cambia la perspectiva real de las cosas y de ti mismo. Haber hecho una retirada a tiempo del mundo televisivo fue un acierto. Jamás volvería”.
Aaron, un rabino que aplica con rigidez la ley Mosaica en su novela A los ojos de Dios, se le ha presentado como uno de sus mayores retos dentro del proceso literario, comenta el escritor.
“Comencé estudiando teología en mi juventud, luego he continuado formándome en historia antigua de Judea, Israel y el cristianismo primario. Aun así, dar voz a un rabino fiel en el contexto literario no es fácil. Hay que ir con mucho tiento, sondeando fuentes e historia para no cometer errores.
Donde mueren los cactus, libro en el que trabaja ahora sigue en la línea del thriller, bebe de nuevo en el judaísmo y aparecen personajes bíblicos como Jesús de Nazaret o María Magdalena.
“Personajes a los que vuelvo y con los que inicié mi andadura literaria, pero no adelantemos pormenores, aún es pronto, aunque la idea me tiene muy pillado”.
¿Por qué la mente es una constante en tus libros?
“Porque es lo que somos. Lo que nos define, nos hace felices o desgraciados. Es nuestro pasaporte para movernos por el mundo”.