Hay tantas respuestas que apenas me quedan preguntas. Tanta información que me falla la curiosidad. Tanta felicidad que me maldigo por sentirme triste. Tanta belleza de bote que me veo feo de cojones. Tantos seguidores en las redes que me avergüenzo al mostrar mi lista. Tantos likes que olvido lo que quiero, lo que realmente me apasiona, y vendo lo que la gente compra. Comparto espacio con aspirantes a líderes y comerciales que venden éxito a domicilio. Y me avergüenzo por ser del montón; ni exitoso, ni talentoso, ni influencer, ni tener un ejército de seguidores que me babeen. Lo intento, pero no encuentro la mejor versión de mí mismo. Y al salir de mi zona de confort me he pegado una hostia de cojones. He solicitado al Universo y me ha lanzado una manta de pedruscos. Con el Photoshop no logro plancharme las arrugas y, al fotografiarme con el Porsche me delata a mi espalda el rotulo de la arrendadora. Soy jodidamente raro, la cara B de un Instagramables. Un gusano inmundo avergonzado por no contar con éxitos que mostrar a la gente. Pero mañana; mañana idearé un nuevo Yo. Me reinventaré con una receta que he leído de un libro de triunfadores. Seré carismático, exitoso y líder. Entonces, entonces hallaré la felicidad, pues seré una copia del resto.